Escrito por: Laura Peralta
¿Se ha sentado usted alguna vez con su hijo/a adolescente a conversar sobre su sexualidad? ¿Le ha explicado cómo funcionan sus órganos reproductivos? ¿Cómo evitar un embarazo no deseado? ¿Cómo protegerse de una enfermedad de transmisión sexual? ¿Su hijo/a le ha confesado cuándo tuvo sexo por primera vez?
Estoy segura de que usted, al igual que muchos padres, se está llevando las manos a la cabeza. No se preocupe, confío en que quiere hablar con sus hijos, pero quizás no sabe cuándo ni cómo empezar.
Conozco padres que les advierten a sus hijos, especialmente a las hembras: ¡cuídate!, pero no le dicen ¡cómo ni de qué! ¿De no tener sexo o de no tener un embarazo no deseado? Sea cual sea la pregunta, lo cierto es que muchos jóvenes no saben cuál es el momento adecuado para empezar a tener sexo, cómo prevenir un embarazo y cómo protegerse de una enfermedad.
Y los padres suponen que sus hijos “saben”, se informan a través de la escuela, sus amigos o Internet. Pero ¡ay! de la jovencita de la que sus padres se enteran que ya tuvo sexo. "¡Que se vaya de mi casa!", ha dicho más de uno.
En la pubertad, el ímpetu se apodera del cuerpo de los adolescentes con "el primer amor", ese amor que despierta un remolino de sensaciones. Al hablar sobre ello es imposible ignorar la campaña de Profamilia y preguntarse si ésta incentiva el sexo a temprana edad y si eso es correcto.
Siendo más concretos, en el anuncio en que la madre le descubre un condón a su hija, ésta ya ha tenido relaciones sexuales. “El palo 'ta dao”, no hay vuelta atrás. Lo que queda es un camino por delante que, tomando las precauciones necesarias, puede ser placentero y rico en sensaciones y emociones.
Ahora bien, si una jovencita de 14 años aún no ha tenido sexo, algunos pensarían que hablarle sobre sus derechos sexuales la motivaría a tener relaciones más rápido. No lo creo. Lo prohibido seduce y tiene trampas. A mayor nivel de información, menor es la posibilidad de que un adolescente se aventure a tener sexo a temprana edad, no porque lo considere pecaminoso, sino porque está consciente de la responsabilidad que implica abrirse a un mundo que, además de placer, está lleno de riesgos. Ese es el punto al que quiero llegar.
Informar a los hijos de sus derechos sexuales y las responsabilidades que conlleva asumir la llegada de una criatura o el dolor de una enfermedad sexual, les deja la libertad y responsabilidad de discernir qué es lo mejor para él o ella y, por tanto, hasta cuándo “guardarse”. Y ese es el rol que la familia, la escuela y el Estado deben jugar.
Pero a veces la vida, la naturaleza, nos hacen jugadas inesperadas. ¡Sorpresa, un embarazo! Ahora le pregunto: ¿En cuáles de las dos situaciones hay más posibilidades de abortar o sufrir con amargura la llegada de esa noticia: habiendo tenido suficiente información de cómo protegerse y las consecuencias de tener un bebé y teniendo la madurez para afrontar esa situación; o desconociendo los métodos anticonceptivos, careciendo de información veraz sobre la reproducción y con un papá y una mamá a quienes esa adolescente tiene miedo de informarles que lleva un ser en su vientre “porque la van a matar”?
Rompamos el silencio, que es la causa de muchos males en la humanidad. No espere que Profamilia, la amiguita del barrio, la escuela, el Internet o la Iglesia –que tuvo un fallo histórico en su contra por considerar inconstitucional la educación sexual– sean los "responsables" de decirle a sus hijos cuándo y cómo tener sexo.
La campaña de Profamilia ha sido la punta de lanza para que muchos padres reflexionen en sus hogares sobre la educación sexual de sus hijos. Sea cual sea la postura que los progenitores asuman sobre cuál es la forma más adecuada para orientar a los jóvenes, el debate es interesante porque sitúa a ambos frente a frente con sinceridad.
El sexo es una de las maravillas de la naturaleza, pero cuando se disfruta sin miedos ni temores y, sobre todo, con menos riesgos. ¡La educación sexual es algo para toda la vida!