“No codicies la casa de tu prójimo: no codicies su mujer, ni su esclavo o su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que le pertenezca.”
Éxodos 20:17
Un niño mendigo merodeaba en un parque buscando en cada bote de basura algo que comer. Sus ropas desgastadas, sus zapatos rotos, y en su estomago el vacio de días sin alimentos. Se sentó a la sombra de un gran árbol y alcanzó a ver sentado en una banca un hermoso niño tomando el sol. Este niño evidentemente de buen estatus social, vestía lindas ropas, sus mejillas regordetas hablaban de que nunca había tenido falta de comidas y en sus pies calzaba un ostentoso par de zapatos. El niño mendigo miró sus zapatos viejos y rotos, comparando con lo que veía exclamó a Dios quejándose amargamente de su situación:
-¡Yo quiero ser como aquel niño! –
En una fracción de segundo pudo notar que ahora el estaba sentado en la banca. Miró hacia el árbol donde había estado un segundo antes y vió al niño rico ahora con apariencia de mendigo, con aquella ropa harapienta y los zapatos rotos; pero que felizmente se alejaba dando saltos con aparente felicidad.
El niño mendigo no salía de su asombro al verse en un nuevo cuerpo, con hermosa ropa y ese impresionante calzado en sus pies. Al intentar pararse para proseguir su destino se percató que sus piernas no respondían, ahora era un niño paralitico.
“El césped se ve más verde del otro lado”, es una frase que define perfectamente esta situación. En ocasiones invertimos mucho tiempo y oraciones pidiendo cosas a Dios, solo porque vemos que otros lo tienen, yo quiero un carro así, una familia así, un esposo así, un empleo así; sin embargo no nos hemos detenido a analizar si en realidad serían bendiciones para nuestra vida, la mayoría de las veces son puras apariencias, pues cada persona vive su propio proceso interno.
Creo firmemente que cuando Dios habló sobre el mandamiento de no codiciar las pertenencias del prójimo lo hizo para que sepamos que El siempre quiere lo mejor para cada uno de nosotros. El sabe lo que necesitamos y sabe lo que nos conviene aunque no sea lo que nosotros queremos.
Cada ser humano es especial y diferente. Cada uno tiene un propósito en la tierra. Por esa razón Dios te unió a la familia que perteneces, por eso tienes la forma de cuerpo que te dio y el país donde naciste. Todos tenemos dones y talentos especiales conforme al llamado y propósito de Dios con cada uno.
Es excelente tener pensamientos de superación; pero nunca se base en lo que tienen los demás. Dios lo hizo original y único. Usted tiene una identidad especial, evalúe y agradezca a Dios por todo lo que le ha dado y no se preocupe por lo que no tiene. Dice en Mateo 6:26 “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y, sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?”
DECLARACION: DIOS SIEMPRE ME DA LO QUE MAS ME CONVIENE.
Oración: Señor, perdóname si alguna vez he deseado tener la vida o algo material de alguien más. Dame conforme a tus riquezas en glorias; pero que siempre esté dentro de tu voluntad. En el nombre poderoso de Cristo Jesús. Amén.