El histórico 0-4 del Escogido y el fiasco del Derby de Jonrones no fueron los únicos puntos que amargaron a dominicanos en la Serie del Caribe más reciente.
La obsolescencia en que ha caído el estadio Quisqueya volvió a quedar de manifiesto, y esta vez ante un público internacional que no se guardó las quejas: escasez de parqueos, falta de espacio hasta para habilitar un área de conferencias de prensa, baños limitados y rampas de acceso de público inclinadas.
A la lista también se suma un entorno que da la impresión de ingresar a una fábrica abandonada y la inexistencia de áreas de recreación infantil, un ingrediente que no falta en los parques modernos. En la cuadra que una vez era exclusiva para el play, funciona una liga infantil, opera un coliseo de boxeo de escaso uso y una oficina pública.
El Gobierno destinó RD$34 millones para una pequeña remodelación de un estadio que, en al menos cinco ocasiones, ha estado al punto de ser intervenido con una inversión considerable en las últimas dos décadas.
El Quisqueya (1955), el Cibao (1958) y el Tetelo Vargas (1989) fueron construidos por Trujillo, mientras que el Julián Javier fue levantado durante los 12 años de Joaquín Balaguer (1975).
El de La Normal (1946) y el Temístocles Metz (1978) son los otros estadios públicos en los que se ha jugado béisbol profesional.
La casa de las Águilas Cibaeñas fue objeto de una inversión de RD$110 millones en 2007 por la Oficina de Ingenieros Supervisores de Obras del Estado (OISOE), la mayor que se ha hecho en béisbol en una intervención, lejos de los RD$180 millones destinados en 2003 para el pabellón de gimnasia del Parque del Este.
Las dos ediciones de Juegos Centroamericanos y del Caribe que albergó el país (1974 y 1976), además de los Juegos Panamericanos (2003) y otras inversiones esporádicas dejaron un parque de instalaciones que abarca desde pabellones de esgrima y halterofilia hasta canchas de hockey sobre césped.
Pero el béisbol, que en septiembre cumplirá 60 años de presencia en la MLB, no ha bailado en esas fiestas, no puede presentar una instalación, ni que convenza a las Grandes Ligas para traer partidos suyos o el Clásico Mundial al país. Tampoco hay uno que reúna todo el paquete que brinde una experiencia agradable a la altura de un público comprobado consumidor de esta disciplina.
José Miguel Bonetti, vicepresidente de los Leones, estimó en una comparecencia reciente que para las 12 mil personas que asistían al recinto durante los llenos de la serie final contra el Licey se requerían 4,500 estacionamientos. Sin embargo, el play apenas tiene 1,500, lo que provocaba que las aceras se llenaran de vehículos alrededor del recinto.
Los factores transporte y seguridad sacan altas puntuaciones cuando se encuentran las razones que afectan la asistencias al parque. De hecho, investigaciones realizadas por DL en las últimas dos temporadas muestran un elevado número de abonados que citan entre las razones por las que no van a partidos pagados las incomodidades de asistir al recién bautizado parque Juan Marichal.
Juan Francisco Puello Herrera no es de perseguir titulares. Pero el presidente de la Confederación de Béisbol del Caribe no desaprovecha la oportunidad cuando se encienden las cámaras y grabadoras para criticar el entorno del parque, e insistir en que, “los dominicanos se merecen un mejor estadio”.